jueves, 3 de julio de 2008

RADIKALES GOLPEADOS JUSTIFICAN AL GOLPEADOR

POR PEPE ELIASCHEV, en www.perfil.com


¿Con quién se pone de acuerdo el Gobierno? ¿Qué significa para el Gobierno una alianza, una “concertación”? ¿Cuál es la concepción profunda que en el corazón político e ideológico del kirchnerismo tiene el concepto de encontrar un denominador común?

Hablo de un oficialismo que llega al poder a través de una llamada “concertación plural”. Hay que advertir que este producto de la política argentina –que tiene elementos, si se quiere, interesantes y hasta promisorios- deriva de una decisión que hizo Néstor Kirchner, cuando resolvió no postularse para un segundo mandato y que, en cambio, la continuidad quedara en manos de su esposa, Cristina Fernández.

La concertación plural es, en consecuencia, en su razón de ser primaria, la confesión que hacía el Frente para la Victoria de que necesitaba una base superior, más ancha, un denominador común que permitiera integrar a otros. Claro que la noción de concertación ha sido importada directamente del ejemplo chileno. Es una importación, si se quiere, retórica, superficial. Porque lo que se importa es una palabra, no un concepto.

En los últimos años, cualquiera que haya seguido mis columnas o editoriales recordará que no me he cansado de detallar la diferencia central de esas experiencias. La Concertación chilena fue -desde el comienzo de la transición tras la dictadura de Augusto Pinochet-, un acuerdo de partidos políticos.

Por eso no hay personalismos en Chile, por eso no ha habido “laguismo”, ni “bacheletismo”, neologismos que son barbarie, porque no se aplican a la realidad chilena. Fueron acuerdos, fue un acuerdo que se ha mantenido de una manera explícita entre organizaciones políticas democráticas: la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia, el Partido Radical chileno.

En la Argentina, la concertación plural fue sencillamente una operación mediante la cual el Gobierno, con un manejo muy generoso de la caja centralizada más que nunca, fue acercando, a través de un largo trabajo en los años del gobierno de Néstor Kirchner, a intendentes y gobernadores que estaban, comprensiblemente –hay que decirlo-, en situación de extrema vulnerabilidad presupuestaria

Lo interesante es que el kirchnerismo -que inicialmente apeló al concepto de Frente para la Victoria para no usar el sello “Partido Justicialista”- nunca llegó a la decisión de considerar a la concertación como un verdadero acuerdo. En definitiva, lo que ha venido deparando esta realidad es el ingreso, la incorporación de gobernadores e intendentes del radicalismo que aceptaban formar parte de una concertación que nunca tuvo un órgano ejecutivo de verdadera deliberación.

Es una concertación muy parecida a un concubinato no formalizado: no hay papeles, no hay legalización, no hay blanqueo, no hay un espacio de deliberación común. Esto lo saben tanto el vicepresidente Julio Cobos como los gobernadores e intendentes que admitieron, desde el comienzo, esto que llaman los abogados capitis diminutio: una suerte de discapacidad congénita.

Claro, ellos, sobre todo los gobernadores de Río Negro, Santiago del Estero, entre otros, afirmaban que no les quedaba más remedio luego de los fracasos del radicalismo y, efectivamente, el radicalismo acumuló fracasos estrepitosos desde el derrumbe de 2001. Pero, ¿con qué lo reemplazaron políticamente? ¿Con el manejo omnímodo de un matrimonio que apela a la concertación cuando resulta promisorio o práctico, pero la ignora la mayor parte del tiempo?

Es lo que resulta del caso Hebe de Bonafini, que calificó abiertamente al Vicepresidente Cobos de “traidor”. Hebe de Bonaifni no es Hebe de Bonafini: Hebe de Bonafini Sociedad Anónima es hoy un conglomerado empresario, político e ideológico que responde de manera directa a la Casa Rosada. Reporta de manera directa a Néstor Kirchner. Si el Gobierno hubiera querido desautorizar a la señora de Bonafini, podría haber tomado distancias y decir que la calificación de “traidor” que hizo de Cobos no corresponde, o no es pertinente, y resulta totalmente insultante. No lo hizo, porque en definitiva la concertación plural ha terminado siendo, para el Gobierno, una herramienta a la que se recurre, como digo, en contadas ocasiones y cada vez que esto es necesario.

Tendrán mucho para reflexionar los radicales llamados “K”, que han aceptado un tipo de relación que se parece mucho al de la mujer golpeada. Siempre hay algún argumento para que el golpeador termine racionalizando su locura y su falta total de respeto por el otro.

Pero lo cierto del caso es que como están las cosas, más allá de las idas y las vueltas, el radicalismo K, respecto de la concertación llamada “plural”, muy poco tiene que esperar. Será siempre una relación en donde habrá dominante y dominado, y en donde ellos podrán en todo caso apelar a su astucia y a su experiencia parlamentaria, pero siempre para terminar negociando desde más abajo sin ninguna posibilidad de articulación civilizada, aunque tan luego sea como una formalidad para proteger una experiencia que de concertación, nada tiene.

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