lunes, 21 de julio de 2008

OTRO MOTOR PARA LA DEMOCRACIA

OPINION DE RAÚL ALFONSÍN, publicada ayer en Clarín


La mayoría de los análisis sobre la votación en el Congreso que terminó con el rechazo del proyecto oficial refrendatorio de las retenciones al agro han tendido a enfatizar la crisis que representa para el Gobierno y la conmoción en el escenario político nacional. Yo lo veo, por el contrario, como una formidable oportunidad de cambio, un indicador de capacidad institucional y de madurez social en el ejercicio de la participación democrática.

Se ha restablecido el necesario juego de equilibrio entre los poderes de la República, se dio impulso a la dinámica del debate parlamentario, el Congreso recuperó centralidad en el ejercicio de sus atribuciones y autonomía respecto del Ejecutivo. Se evidenció la existencia de un límite a los abusos de las facultades delegadas.

Gobierno y oposición deben sacar enseñanzas de esta instancia normal de toda democracia. No hay aquí triunfadores y derrotados, más allá de alegrías y amarguras circunstanciales; sino una indicación de cómo deben y cómo no deben hacerse las cosas. Porque la raíz del conflicto sobre las retenciones, contrariamente al modo en que quiso forzarse el debate, no es entre dos modelos de país, entre dos Argentinas; entre dos ideologías antagónicas. Se ha pretendido forzar esa reedición de antagonismos irreductibles que llevaron a tantos enfrentamientos en el pasado y que poco tienen que ver con las necesidades, demandas y anhelos del pueblo argentino; tanto de quienes se expresaron en su momento en apoyo de este gobierno y quieren seguir haciéndolo como de quienes se opusieron y oponen hoy a sus políticas por distintas razones.

El núcleo del conflicto lo constituyen las reglas de juego y procedimientos para resolver cuestiones fundamentales como el sistema tributario, los incentivos a la producción, el desarrollo regional, la coparticipación federal y la distribución social.

La democracia participativa y la democracia representativa han introducido correctivos sobre una deformación delegativa de la democracia que mucho mal le hizo al país en la década pasada. Ahora hay, además, más voces, más actores, más intereses a los que no se puede desconocer.

Es tarea del Gobierno darle cauce a estos nuevos movimientos y tendencias, entre otras cosas terminando con la legislación de emergencia y las facultades delegadas, creando el Consejo Económico y Social, llevando al Congreso una nueva ley de coparticipación federal; planteando también una política para el desarrollo rural que acompañe la reindustrialización del país camino al Bicentenario.

Es tarea de la oposición entender que la opción no es a todo o nada, la cooptación o la confrontación, sino la activa y constructiva revitalización de las instituciones, la confrontación de ideas para convergencias programáticas que permitan arribar a acuerdos y consensos.

La democracia no puede funcionar con un solo motor, sea cual fuere el respaldo popular que un Presidente obtenga en las urnas cuando es elegido. El híper presidencialismo argentino es eso: la democracia de un solo motor. Esta nueva etapa ofrece la oportunidad de colocarle otro motor a la democracia, que no obstruya sino que complemente y enriquezca la tarea del Gobierno y de la oposición. De tal modo, la república democrática podrá funcionar mejor, con un parlamento activo y una sociedad civil que se expresa en su pluralidad y en paz, sin miedos ni coerciones, y que puede influir en las decisiones.

Ojalá se comprenda esto y de esta crisis nazca una nueva oportunidad. Así ocurrió frente a una crisis mucho más grave como la del 2001-2002. Y no hace falta remarcar lo lejos que estamos de aquella traumática situación. Aunque la propensión al tremendismo, la polarización y la construcción de escenarios y profecías catastróficas sigan a la orden del día y nublen la claridad para asumir con prudencia, templanza y valentía las tareas de la hora.

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