lunes, 16 de junio de 2008

LOS DAÑOS IRREMISIBLES

Por DANIEL LARRIQUETA*
Artículo publicado hoy en el Diario La Nación.


El clima de la vida cotidiana de la sociedad argentina ha continuado deteriorándose en las últimas semanas, en una combinación de conflictos económicos y sociales, y un lenguaje y unas posturas cada vez más crispados de los principales responsables de la vida pública. Inquietan los modos, pero más aún la sospecha de que ellos arropan posiciones irreconciliables o convicciones rígidas incompatibles con la vida democrática de una gran sociedad moderna, compleja y vital como la nuestra.

Así, se advierte también un desánimo colectivo que está más referido a la incertidumbre política que a los problemas concretos, si exceptúa la vida alterada de las regiones rurales y sus poblaciones. Lo que más parece agriar el ánimo de las ciudades es la sensación de que hemos entrado en una etapa de rigidez en el discurso y en las acciones políticas que hace improbable el hallazgo de soluciones a los problemas presentes o venideros.

Se puede tomar la carta abierta del ex presidente Raúl Alfonsín a la Presidenta en ejercicio como un llamado de atención sobre este enrarecimiento, sobre todo cuando dice desde su alta autoridad: "Creo, Presidenta, que es indispensable convocar al diálogo político, para analizar nuestra realidad, de modo de que los distintos partidos políticos expresen su visión acerca de la solución de nuestros problemas, no sólo económicos, sino sociales e institucionales".

La rigidez instalada de ese modo en los debates públicos ha empobrecido la reflexión, porque todo matiz de disenso es interpretado como un embate político y hasta institucional contra el gobierno de la República. Esta modalidad es en sí misma antidemocrática, pero tiene otras consecuencias no menos inquietantes: la sociedad argentina está impedida de estudiar, discutir y asumir los cambios que la evolución nacional e internacional estimulan. Hemos entrado en un tiempo de inmovilismo que se instala a contrapelo de los rápidos cambios políticos y económicos mundiales.

El Gobierno sostiene que su programa económico y social -que acostumbra a llamar modelo- es exitoso e intocable. Algunos tímidos críticos de su propia parcialidad han estado señalando la necesidad de que el "modelo" tenga un service , pero estos presuntos ajustes menores no se han realizado y el tiempo trabaja agrandando rápidamente las fisuras. Para los memoriosos, esta postura intransigente y el resultante temor a discutir temas de fondo revive el clima de intangibilidad que acompañó a los últimos tiempos de la convertibilidad. Para el pensador Tomás Abraham, "es lo mismo que pasó con la convertibilidad, les salió bien hasta 1995, vino la crisis mexicana, la crisis de todo el mundo y no pensaron nada. Tuvo que reventar. Es la conducta de los políticos argentinos: que reviente, así nadie tiene la culpa". Para Abraham, esto se refiere también a una conducta arraigada en la sociedad e incluye, por lo tanto, a la oposición. De lo que se trataría sería de no dar ni asumir malas noticias y acciones desagradables, hasta que las cosas "revientan".

El riesgo se empieza a columbrar en la información económica. Para tomar un solo parámetro, veamos que todo el "modelo" está pensado con la panoplia de precios internacionales vigentes en el bienio 2003-2005. La política energética se apoya en un precio del petróleo de 35 dólares por barril, y de ese supuesto derivan los costos de producción y de servicios que usan energía. Ese precio se ha triplicado largamente en el mercado internacional y es previsible que aun cuando pueda haber una baja, ella nunca retrotraerá el valor a aquel de partida. La política de precios internos de los alimentos también se apoya en los valores de entonces, aunque todos los precios del mercado internacional se han movido fuertemente hacia arriba.

La consecuencia de esta negativa a asumir, aunque sea de manera moderada, los aumentos en los precios mundiales, no sólo desconecta a la economía argentina del mundo globalizado, sino que obliga al Gobierno a derivar gruesos recursos fiscales hacia los subsidios: subsidios que no tienen la virtud de redistribuir ingresos equitativamente sino de mantener la ficción de que nada ha cambiado. En el año corriente -y con los valores vigentes a estas alturas del mismo y que todavía pueden seguir cambiando- los subsidios insumirán alrededor de 7000 millones de dólares, el equivalente de un 2,7% del PBI. Para tener una idea de magnitud, debe recordarse que durante el período de la convertibilidad la deuda consolidada argentina crecía a un ritmo anual de 8400 millones, que también representaba esa porción del PBI de la época.

Y en ambos casos, lo significativo no termina siendo el dato anual, sino la tendencia y la acumulación. En el gobierno del presidente Menem el endeudamiento creció año tras año hasta volverse asfixiante. Ahora, si no hay modificaciones significativas de política, ¿cuánto deberán sumar los subsidios en 2009?

Junto con esa masiva esterilización de la riqueza colectiva, la política de subsidios, acompañada de intervenciones directas del Gobierno en los precios en el mercado interno y la desinformación resultante de la destrucción del sistema estadístico nacional han provocado ya una muy grave anarquía en el sistema de precios relativos. La aplicación de precios administrados es un instrumento legítimo de la política económica, pero para no ser distorsivo requiere complementos finos. El más calificado teórico de estos procedimientos, el eminente John K. Galbraith, que tuvo a su cargo nada menos que la política de precios máximos en Estados Unidos durante el curso de la Segunda Guerra Mundial, subraya que la fijación de precios debe ser general para no alterar las relaciones de los mismos, y debe acompañarse de un proyecto de largo plazo para alentar el ahorro de los consumidores y quitar presión a la demanda.

Ninguna de esas prolijidades se ven entre nosotros, y las consecuencias serán graves: cuando los precios relativos están groseramente deformados, la economía asigna los recursos de manera equivocada y este perjuicio deforma las inversiones, altera la rentabilidad y provoca pérdidas sociales que son irrecuperables. De una manipulación abusiva de los precios internos resulta siempre un debilitamiento estructural del aparato productivo. De un desenganche rígido de las tendencias mundiales, resulta una pérdida peligrosa de la capacidad competitiva a escala internacional. Estas dos deformaciones estructurales de la economía argentina pueden estar en gestación con la política y el estilo del Gobierno.

En algunos sectores de la sociedad, tales asimetrías y desajustes se manifiestan de modo más palpable. Para el caso, ya no hay ningún horizonte de política agropecuaria y el país parece no poder aprovechar, con una política interna concertada, una prosperidad mundial que debía incluirlo. Al respecto, vale la pena reproducir algunos párrafos del discurso que el entonces presidente Juan Perón dirigió a los dirigentes agropecuarios en una jornada de diálogo el 25 de octubre de 1973: "Nosotros constituimos una de esas grandes reservas; ellos son los ricos del pasado. Si sabemos proceder seremos nosotros los ricos del futuro, porque tenemos lo esencial en nuestras reservas, mientras que ellos han consumido las suyas hasta agotarlas. Frente a este cuadro, y desarrollados en lo necesario tecnológicamente, debemos dedicarnos a la gran producción de granos y de proteínas, que es de lo que más está hambriento el mundo actual".

La frase del presidente Alfonsín que abre este comentario y la del presidente Perón que lo cierra dibujan implícitamente el mayor de los daños que los sucesos de estos días nos están provocando. Cuando Alfonsín se refiere a los partidos políticos y los problemas institucionales está recordando que el interés general no emerge de los acuerdos corporativos, sino de las instituciones republicanas, entre las que los partidos tienen un lugar de privilegio. Cuando Perón traza un programa de crecimiento hacia el futuro, está hablando del pensamiento de largo plazo. Justamente, "el servicio del interés general en el largo plazo" es la definición más noble de la política. De política se trata. De todos los daños posibles evocados antes, el más inquietante y acaso difícil de remitir es el que resulta de la destrucción de la política, o su enervamiento, o su descalificación.

*El autor es economista e historiador, autor de diversos libros entre ellos "La Economía Radical en la tempestad

No hay comentarios: