miércoles, 8 de octubre de 2008

USAR A ALFONSIN, por Pepe Eliaschev

Perfil.com Entre las 1.663 palabras dichas por Raúl Alfonsín en la Casa Rosada el miércoles sobresalen nueve: “La política no es solamente conflicto, también es construcción”.
Minutos antes, el jefe de los diputados kirchneristas, Agustín Rossi, vociferaba en el Congreso: “Lo único que federalizó Alfonsín fue la hiperinflación y los saqueos. En cambio, este gobierno federalizó la obra pública y la redistribución”.
Para Alfonsín, de 81 años y enfermo de cáncer, “la intolerancia, la violencia, el maniqueísmo, la compartimentación de la sociedad (…), la indisponibilidad para el diálogo, la negociación, el acuerdo o el compromiso, han sido maneras de ser y de pensar que (…) constituyen todavía hoy una de las principales rémoras y déficits con los que carga nuestra democracia”. Para él “los argentinos hemos vivido demasiado tiempo discutiendo para atrás”.
La respuesta oficial se conoció de inmediato. Néstor Kirchner dijo: “Me parece muy bien su mensaje, pero uno no tiene que renunciar a la justicia” (sic).
Kirchner, que no se opuso a los indultos a los ex comandantes concedidos por Carlos Menem en 1990, no acompañó los juicios y sentencias que en 1985 mandaron a la cárcel a los jefes militares del Proceso.
La segunda réplica a Alfonsín vino de Madres de Plaza de Mayo: “Alfonsín ya tiene su busto en la Rosada, rodeado por Illia y Perón. En su extensa lectura repitió aquello de que ‘los argentinos no debemos mirar para atrás’. Seguramente, la intención será que olvidemos su papelón en Semana Santa, la teoría de los dos demonios que utilizó en el Nunca más y sus leyes aberrantes a favor de los genocidas, cosas que no olvidaremos jamás”.
Rossi, Kirchner y Hebe de Bonafini expresan con deliberada ambigüedad una ideología adversa a una verdadera cultura democrática.
El Dr. Alfonsín me concedió una entrevista exclusiva el 14 de agosto, que PERFIL publicó el sábado 16 de ese mismo mes. Hacía pocos días que Cristina Kirchner había ido a saludarlo e interesarse por su salud. Alfonsín acababa de completar su quimioterapia. Privó allí el mismo criterio de Elisa Carrió:darle un beso a Alfonsín para así “poder dormir tranquila”.
Le pregunté por sus sentimientos respecto de la visita de la Presidenta y él, discreto, contenido y perspicaz, me contestó: “Bueno, pero es lo normal, ¿no? Menem me vino a ver cuando casi me mato en un accidente, yo lo visité cuando él tuvo un problema circulatorio delicado, y ahora la Dra. Kirchner se interesa por mi salud. Algo normal en una democracia, ¿no es cierto?”.
Alfonsín me dispensa afecto y respeto desde que salió del gobierno, en 1989. Sólo entonces nos presentaron. Es bueno tener el aprecio de un patriota cuando carece de todo poder y nada tiene para dar en lo material.
Cuando me dijo “¿no es cierto?” vi en sus ojos esa sana malicia que descubrí en 1989, la lucidez de un arquitecto de la cultura democrática, la más robusta expresión de vocación de servicio que puede exhibir nuestra corta historia republicana.
Los paradigmas del viejo luchador son intrínsecamente ajenos a la praxis del actual oficialismo. Sus vigas maestras son consenso, reconciliación, diálogo, negociación, acuerdo, compromiso. Alfonsín cree en lo que el kirchnerismo, en el fondo, aborrece.
Por eso, las reacciones de Rossi. Kirchner y Bonafini no son extemporáneas. Son previsibles luego de estas palabras del ex presidente:”Hoy todavía hay rastros de ese canibalismo político que ha teñido la práctica política. La política implica diferencias, existencia de adversarios políticos (…). Pero la política no es solamente conflicto, también es construcción. Y la democracia necesita más especialistas en el arte de la asociación política”.
Ante un equipo gobernante que ha procurado circunvalar un sistema basado en instituciones, Alfonsín dijo al asumir en 1983 y se lo recordó ahora a los Kirchner, 25 años después: “No será posible resistir la cantidad de presiones que estamos sufriendo y sufriremos, si no hay una generalizada voluntad nacional al servicio de lo que debieran ser las más importantes políticas de Estado, expresada en la existencia de partidos políticos claros y distintos, renovados y fuertes, representativos de las corrientes de opinión que se expresan en nuestra sociedad”.
Pero la cultura democrática no es sistemáticamente devaluada en los hechos sólo por el decisionismo hegemónico del Gobierno. Hasta los medios periodísticos terminan menoscabando ocasiones excelsas para consolidarla.
A la mañana siguiente del acto en la Casa Rosada, los diarios mostraron su alma, de cara a las 1.663 palabras dichas por Alfonsín. Clarín le dedicó 1.424 palabras, incluyendo 507 consagradas a la ausencia de Julio Cobos y sólo 90 al discurso de Alfonsín (el 12%). De las 1.299 palabras que usó La Nación, 492 fueron para Cobos y sólo 105 para Alfonsín (13%). De las 1.058 que invirtió Ambito Financiero, sólo 93 fueron para reproducir el texto de Alfonsín (9%). Crítica dedicó 745 palabras, con 173 para el ex presidente (23%). En Página/12 tuvieron 1.087 palabras, 186 para Cobos y sólo 83 para Alfonsín (9%). Es lo que hay.

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